Por Francisco Jesús Martín Barranco

Biólogo. Director de proyectos de la consultora IBERUS MEDIO AMBIENTE, S.L.

Es común hablar de criterios de sostenibilidad en la arquitectura, por fortuna cada vez más, pero raramente se habla de  biodiversidad y su conservación y las actividades relacionadas con la urbanización o rehabilitación de edificios, que son un factor muy importante de alteración del “Ecosistema Urbano”.

¿Biodiversidad? ¿Arquitectura? ¿Biodiversidad en la Arquitectura?

Resulta chocante cuanto menos saber la cantidad de especies de Fauna que viven en nuestros pueblos y ciudades y nos sorprendería además saber que es éste precisamente su medio natural, que no son especies desubicadas en un medio hostil, es la denominada Fauna Urbana.

Desde que el Homo sapiens empezara a formar los primeros núcleos urbanos hace milenios, la fauna más cercana empezó a co-evolucionar ocupando esos nichos libres en el ecosistema que estaba generando esta especie dominante, pero lejos de competir estas especies y hombre en este nuevo ecosistema, se veían favorecidas mutuamente, los animales aprovechaban los residuos del hombre y a su vez eliminaban insectos y plagas de los cultivos, lo que a posteriori los ecólogos llamaron mutualismo.

Si bien esta colaboración “invisible” sufre una brusca ruptura en los últimos años, que rompe con siglos de coexistencia y se empiezan a despersonalizar las ciudades, a crear espacios asépticos, edificios inertes, sin vida, a desplazar y eliminar esta fauna, con vagos argumentos de que son molestos o por simple desconocimiento.

Como ya se adelantaba anteriormente mucha de esta fauna es sumamente beneficiosa, son especies insectívoras como por ejemplo aviones comunes, golondrinas, vencejos, autillos, cernícalos primilla, murciélagos o depredan sobre otras especies que pueden ser plaga, como las lechuzas, mochuelos, cigüeñas o cernícalos comunes y todos ellos utilizan para nidificar los edificios de nuestras ciudades de forma muy específica, pero además utilizan la periferia de las mismas para alimentarse, esos “eriales sin valor” que son objeto de recalificaciones y urbanizaciones, porque allí no hay nada a ojos vista, pero sí que lo hay para los ojos de un biólogo y que además estas edificaciones rompen con la estética de la ciudad en su conjunto, rompen la armonía del paisaje urbano y rural.

Aunque no debería ser necesario mencionarlo, recordar que todas ellas son especies protegidas por leyes y directivas europeas, nacionales y autonómicas, precisamente por sus efectos beneficiosos en el ecosistema.

Nuevas ciudades: ruido del tráfico, silencio de pájaros.

Gracias a un programa de seguimiento de aves comunes realizado por la Sociedad Española de Ornitología, se ha podido demostrar como el grupo de las aves urbanas y el grupo de las aves de medios agrícolas en España se encuentra en franco declive, en torno al 1,5 – 2 % anual, algo que ya es una realidad en grandes ciudades, baste nombrar que el simple Gorrión común ha sufrido declives entre el 50 y el 95 % en los últimos 40 años en París, Londres, Madrid, Praga o Hamburgo.

Las nuevas construcciones por norma general no suelen tener en cuenta lugares de nidificación para estas especies o estructuras que lo posibiliten, esto provoca que no puedan ser ocupados por la fauna urbana y empecemos a contar barrios o nuevas ciudades sin aves silvestres, cada vez es más difícil ver los bandos de aviones y golondrinas persiguiéndose en vertiginosos vuelos y por el contrario más y más palomas domésticas que invaden todos los espacios favorecidas por la ausencia de depredadores naturales (lechuzas, halcones, etc.) y que son capaces de criar en cualquier lugar.

Pero muchos más grave aún es no tener en cuenta a la fauna urbana en la rehabilitación de edificios, sobre todo los históricos y monumentales. Es en estos edificios donde gran parte del legado, no sólo histórico, sino también natural se alberga en nuestras poblaciones y por norma no suelen ser tenidos en cuenta y por tanto eliminados del edificio. No se aboga desde aquí a dejar caer los edificios hasta la ruina, todo lo contrario, también desaparecerían las especies que allí hay, sino llevar a cabo actuaciones que compatibilicen la restauración con la preservación de las especies protegidas que lo habitan.

Hoy día a ningún arquitecto o promotor se le ocurriría levantar una obra o restauración sin un estudio arqueológico previo, sin un estudio geológico o geotécnico, pero… ¿y un estudio medioambiental?

Un caso práctico: el Cernícalo primilla

Esta especie de pequeño halcón migrador, insectívoro, que pasa la mitad del año en nuestras latitudes y el resto en África subsahariana, era común en toda la península Ibérica hasta los años 60 del pasado siglo, nidificaba en la práctica totalidad de pueblos agrícolas, en tejados, iglesias, castillos, cortijadas, etc.

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Fue a partir de entonces cuando se empezaron a promover restauraciones de edificios históricos en estado ruinoso sin tener en cuenta a esta y otras especies, esto junto con la intensificación agrícola y el abuso de insecticidas, sumió a esta especie en un alarmante declive desde las 100.000 parejas de los años 60 en España a las 5.000 que había en 1.989, quedó solo el 5 % de lo que había, en sólo unos años, esto motivó su inclusión como especie Vulnerable a la extinción y fue objeto de proyectos específicos de conservación.

Varias decenas de años después se sigue incurriendo en el mismo error y se sigue sin realizar medidas específicas de conservación, salvo honrosas excepciones, éstas han demostrado la compatibilidad de la restauración con la preservación e incluso incremento de las colonias de cernícalos allí presentes, teniendo unos mínimos criterios establecidos por un técnico cualificado, un especialista en fauna, no un arquitecto o ingeniero que sí está cualificado para otras tareas, pero no para el seguimiento biológico y ecológico. Las indicaciones son limitaciones espaciales y temporales, de forma que no coincidan las obras con los lugares de nidificación y la instalación definitiva de nidales artificiales que suplan otros que puedan haberse afectado por las obras, tan fácil como eso, sin necesidad de paralizar la actividad.

En aquellos lugares donde esto se ha hecho, se ha restaurado exitosamente el monumento y además se ha incrementado el número de estas especies protegidas, gracias a que se ha aumentado el número de nidos disponibles, algunos buenos ejemplos son la Catedral de Jaén, Iglesia del Salvador de Sevilla, Iglesia en Santaella (Córdoba), Iglesia de la Purificación de Almendralejo (Badajoz). Remarcar que estas medidas supusieron costes ínfimos en el total de la obra, en torno al 1 %, para el gran beneficio en la conservación de la biodiversidad y garantizando el cumplimiento de la legalidad vigente.

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Peor suerte corre la fauna urbana no tan visible, es el caso de los aviones y golondrinas, sus pequeños nidos de barro son derribados para arreglar o pintar fachadas, las grietas y oquedades donde se albergan los murciélagos y vencejos son selladas, las buhardillas donde han criado desde años las lechuzas son cegadas, la mayoría de las veces por simple desconocimiento.

El desorden de la ordenación del territorio

La construcción, la ordenación del territorio y la urbanización de espacios naturales (protegidos o no) tiene graves implicaciones en la conservación del medio natural y por ende de la fauna y la flora que en ella habita, así como de sus procesos naturales, especialmente grave es la alteración del ciclo natural del agua, impidiendo la infiltración del agua de lluvia en los acuíferos, el agua desaparece por escorrentía superficial de forma brusca, lo que provoca eventos asociados a inundaciones y produciendo contaminaciones de residuos urbanos en los cauces.

En ocasiones decisiones muy trascendentales para el desarrollo sostenible de una ciudad, sobre su crecimiento ordenado y racional, sobre la ordenación urbanística y de sus recursos suelen ser tomados por mandatarios sin conocimientos ni criterios técnicos, pensando que ser elegidos en las urnas una serie de años, es suficiente garantía para modificar de forma permanente la fisonomía y lo que es más importante el paisaje y la estética del lugar. El paisaje ha sido el gran maltratado de nuestros valores patrimoniales en pro de un desarrollismo incontrolado que en la actualidad nos pasa factura en forma de crisis económica.

En algunos casos se ha invadido el dominio público-hidráulico de los cauces de ríos, derivado cauces naturales, soterrado y encauzado arroyos para construir sobre ellos, construido sobre laderas en terrenos inestables, edificado hasta la misma línea de playa, algo que además de vulnerar los derechos del bien público, supone un grave riesgo para las personas que los habitan.

¿Llegaremos algún atardecer de verano a no escuchar el chillido de los vencejos rasando tejados y balconadas, a no ver la silueta del gorrión en nuestras plazas? Es posible, entonces ya no será verano, ni atardecer, ni ciudad, será otra cosa…

La solución: la educación ambiental y la formación con mayúsculas, de escolares a políticos pasando claro está por los técnicos que gestionan estos medios, aún estamos a tiempo.

 

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