Podría afirmarse que en todas las ciudades existen “descampados”, esos lugares aparentemente olvidados donde parece prevalecer la memoria de lo acaecido sobre la de lo vigente. Se han originado por la existencia de tensiones irresueltas que han imposibilitado su ocupación o los han empujado a su ruina. Son lugares que persisten en una evolución espontánea de desmantelamiento, áreas de las que puede decirse que la ciudad ya no se encuentra allí. Con su desaparición, la ciudad ha dejado tras de sí “territorios extraños” y ha fijado amplios espacios desocupados, desprovistos de objetivo o actividad, pero privilegiados para la experiencia: en ningún otro caso se tiene la posibilidad de ensayar programas con capacidad para estimular la actividad humana en el seno de la ciudad consolidada.
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